cuenta los billetitos, tris, tras, tris, delante de ti, en grupos, gras, gros, gris, de cien mil. Tu sigues su jugada con atencion cion cion. Tus euros sobre el mostrador-tapete. Uan zausen, tu zausen, zri zausen, los cientos de miles de rupias se despliegan, traviesos, frente a tus ojos inquietos. Cuando la cuenta, pim, pam, pum, ha concluido ido ido, el sorprendido es el, pues ve como tu, tin, tan, tun, coges todos los bim, bam, bum billetes y uan zausen, tu zausen, zri zausen, vuelves a jugar a las casitas con ellos. Entre vosotros, apisonando los dos billetes etes de cincuenta euros, la calculadora, su calculadora, la cual, maravilla de las maravillas, adolece de una extrania enfermedad -mortal, sin duda alguna, para la especie calculadoril- y es que pierde ceros en la posicion de las unidades y decenas. Pero no queda ahi la cosa, el mal -pobre de ella, apenas le quedan unos dias-, se extiende a la tecla de multiplicar, pues cuando es usada (por ti, obviamente) desvela cantidades ingentes de cifras del todo inadecuadas, maleducadas, para el juego solicitado.
Cuando el tral, trol, tril, trilero ve que coges la calculadora, su calculadora, y tip, tap, tup, marcas la cantidad de rupias acorde a tus cien euros -facil, dado que se trata de aniadir manualmente, tramposin, los dos ceros que le faltaban-, empieza a sufrir de un peculiar mal muy extendido entre los de su especie: el leve levantamiento de ceja eja en su extremo mas inmediato ato a la nariz. Apenas perceptible, este arqueo denota que el juego no va como deberia ir y que, vaya, que lastima, hay que contar los billetes de nuevo. Esta vez le vuelve a tocar a el y, pim, pam, pum, por arte de magia magiosa, de igual modo que a nuestro Senior Jesucristo se le multiplicaron los peces, a este otro buen senior -cuando no Todopoderoso si Algopoderoso-, de ceja izquierda rebelde, se le empieza a multiplicar el dinero y te dice que, tal y como estan las cosas, con ese grap, grop, grupo de billetitos rupienses -con los que tan bien os lo estais pasando- en tu poder, eres tu quien le tiene que devolver pasta asta, pues resulta que te esta dando de mas, si, de mas, que generoso oso, y mira tu por donde, que lastima, resulta que el, en una oficina de cambio bio, no dispone del susodicho bicho.
Olvidaba el, y su ceja, que esta vez es tu turno y que, ras, ros, ris, has vuelto a coger todos los billetes -para sorpresa sorprendente de su otra ceja, que comienza tambien ella su particular rebelion- y riiimmm, raaammmmm, rummmm, los estas colocando de nuevo, lentamente, contando en voz alta, en grupos de cinco -dado que son de veinte mil rupias cada uno- hasta descubrir, vaya, que dura es la realidad!, que a ti no solo no se te multiplica el dinero sino que, incluso, te mengua, pues ahora resulta que los mas que sobados billetes -mareados ellos de tranto trajin- son insuficientes para alcanzar la requetenombrada cifra con la que se inicio este divertido juego ego.
Es entonces cuando, sin soportar el tiron de sus dos cejas, el tral, trol, tril, trolero trilero te dice que el juego se acabo y que no hay ya cambio que valga, coge sus billetes, su calculadora y los vuelve a guardar en su cajon magico ico. Oooooh! pena, penita, pena. Con lo divertido que es este jueguecito! Cabizbajo, tras guardarte tus euros (lo seran, realmente, o te ha dado el cambiazo por otros falsos?) en el bolsillo, saldras del callejon de los milagros a donde te ha llevado el cartel atrapabobos de una de las avenidas principales de Kuta. Pero la tristeza te durara poco: hay muchos carteles mas y muchos tral, trol, tril, trileros troleros dispuestos a jugar contigo un poquito mas... y completamente gratis!
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