este no-lugar
donde se mezclan abigarradamente razas, colores y culturas diversas. Mientras
Hermes y yo consultamos con una azafata de Qatar Airways donde podemos
descansar estas futuras 9 horas y media de transito hasta el siguiente vuelo,
observo como a mi izquierda, en la línea de butacas azules, un shek saudí,
vestido con su habitual túnica blanca –kandora- coronada por una tela roja –hatta-,
a cuadraditos, y unas gafas de pasta tan negras como su cabello, barba y ojos,
se encuentra sentado junto a una india de alegres ropajes. Shari azul, pañuelo amarillo
y mirada verde descansan junto a un europeo sexagenario, canoso y un poco
barrigon, que ojea un libro. Todos aquí, mezclados, aturdidos, trasnochados de
luna menguante, árabe, que cubre su rostro con un velo de misterio sobre la
pista, allí fuera, donde un ejercito de aeronaves Qatar bulle inquieta.
Por los pasillos,
otra vez, mujeres fantasma de túnica negra
–abaya- se deslizan prácticamente sin hacer ruido, como si ellas también fueran
seres en transito entre la corporeidad y la invisibilidad. Nos cruzamos con una,
que parece ser muy joven, y solo podemos ver, a través de la rendija de su
velo, el hijab, sus deliciosos ojos negros, pintados de rímel escrupulosamente,
moviéndose a un lado y otro de esa prisión de tela mientras su voz, apenas
adivinada, atraviesa la gasa para contestar al móvil que apoya sobre su oreja. Un rato después, en la cafetería, veo a tres de ellas sentadas a la mesa con los
que supongo que son el resto de su familia: un hombre y tres niños que visten
vaqueros, camisas y polos. El negro de las hembras contrasta con los vividos
colores de los varones de manera casi agresiva, de igual modo al que lo hace la
impunidad con la que ellos muestras sus rostros desnudos mientras ellas ocultan
los suyos. Tradicion, rutina, sometimiento cultural… Cuanto hay de uno o de
otros es algo que desconocemos.
¿Y como serán estas mujeres, pensamos, bajo esas telas que engullen formas y tamanios? Al no tener por que mostrarse al mundo, ¿se verán libres de la obsesion por el culto al cuerpo? ¿Podran permitirse el lujo de ser, simple y llanamente, como quieren ser?, ¿o estarán supeditadas a sufrir la misma presión pero mostrándose exclusivamente a sus maridos? Este roce visual de culturas despierta algunas incognitas condenadas a no ser resueltas…
Chicos, conseguistéis hotel al final? Bxs. Sonia.
ResponderEliminarSi, Sonia, un zulo en un pequenio hotel, alejado de la luz del sol y del sonido de los seres humanos, solo alumbrado por el ronronear del ventilador y de la succion que provocan los mosquitos que cabalgan sobre mi piel...
Eliminara mi me gusta, tiene su encanto :D
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