En el reino de Vulcano

ciertamente huele a azufre y se percibe un tenue  calor que asciende de la caldera que da paso a su hogar, las entranias del mundo, donde el y su ejercito de gigantes forjan armas para los Dioses y Heroes. Nosotros, sin ser ni una cosa ni la otra, algo de heroismo si que habiamos mostrado al ascender por esa pared de roca magmatica lavada por siglos de erosion, tras haber superado los 1.200 metros de desnivel que nos alejaban de su cima. Despues de atravesar una maravillosa selva nos toco tirar de manos, pies, ilusion e insobornable determinacion para subir por esas rampas por las que discurria el agua que descargaban sobre nosotros las nubes que dormian en la caldera del volcan. Esas mismas nubes que no nos querian dejar ver, una vez alcanzamos la cima, tan maravilloso espectaculo de negros, naranjas, grises y amarillos sulfurosos. Pero al final ocurrio.
Eolo soplo lo suficiente como para que pudieramos extasiarnos ante la vista de las fumarolas que se escapaban del hogar de Vulcano, serpenteantes, hacia el gris vaporoso que todo lo cubria.

Fue entonces, asomados al crater del Sinabung, uno de los volcanes mas activos y peligrosos de Indonesia -despues de 400 anios dormido despert'o hace dos-, cuando lanzamos, a su interior, varias piedras. Las primeras portaban -soldadas a su petrea naturaleza- un aniadido emocional, algo de nosotros mismos de lo que queriamos desprendernos para que ardiese en esas entranias misteriosas. Las segundas, un deseo solicitado, para que nos ilumine en las noches oscuras, y las terceras fueron acompaniadas de un grito.
Satisfechos, no quedaba sino dejar un presente a los dioses del lugar, una ofrenda muy adecuada para un lugar de tanto humo y fuego.

 

Despues de ello, nos miramos, sonreimos y saltamos a su interior hipnotizados por una pregunta cuya respuesta necesitabamos obtener: Qu'e se siente al fundirse con el corazon de un volcan?