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jueves, 12 de julio de 2012

Lo volvimos a conseguir!


Era difícil pero el objetivo de dejar uno de nuestros objetos del equipaje de mano -en esta ocasión, la Lonely Planet- olvidado en el primero de los aviones, se ha cumplido. Contra todo pronostico, dado que le había contado a Hermes mi dolorosa experiencia del anio pasado (la misma compañía, el mismo puente aéreo, la perdida de los mapas, perfiles de ruta e información de Tanzania que llevaba y que olvide en el respaldo de la butaca de enfrente) y a pesar de haberle vuelto a recordar, cuando el avión aterrizo, la precaucion de comprobarlo todo, Hermes, el Principe de las Moscas, con una absoluta profesionalidad y sangre fría admirables, se mantuvo impertérrito a mi arrodillamiento para cerciorarme de que ninguno de mis objetos, pilluelo, iniciaba la huida como hicieran el verano anterior. Con gran maestria se sumo a la cohorte de pasajeros que abandonaba la aeronave por los pasillos enmoquetados, sin revisar su equipaje. Creen ustedes que, desde algún lugar de su conciencia pudo escuchar el grito de alarma? Lo ignoramos pero, de haber sido asi, consiguió sobreponerse a esa debilidad impropia de un ser en calma y siguió su camino sin mirar atrás. Con firmeza, con fe ciega en su triunfo seguro… y sin su Lonely Planet... La cual, haciendo honor a su nombre –Lonely-, prefería quedarse en ese avión que estuvo las mismas horas, o mas, que nosotros en el aeropuerto y en el que, por lo que nos dijeron los encargados de Qatar, no encontraron signos algunos de la fugitiva tras haber sido avisados del despiste y ubicación de la olvidada guía. 
Ese fue el comienzo de viaje de mi amigo mexicano, ese el primer mordisco que sintió en sus mas tiernas carnes emocionales y que le hicieron pasar de la rabia inicial hacia si mismo a la que sintió hacia los empleados que le tuvieron, toda la noche, mareándole al decirle que volviese una y otra vez para ver si ya la habían recuperado… 


Ahora otra nueva Lonely Planet, de Indonesia y comprada en la misma idem, nos acompania.
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero esta no es segunda, sino la misma, y con todo el sabor de la búsqueda ansiosa  y del oscuro temor de perderla de nuevo que acecha a mi amigo Hermes y que, en breve, seguro, habrá superado...

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